El amor, en todos sus estados, hace que tengamos ese deseo de querer seguir viviendo.
30 de octubre de 2010
Tenía unos ojos tan profundos como el océano. Yo siempre le había amado. Ahora estaba aquí, delante mía, pidiéndome que compartiese mi vida con él, yo tenía miedo, era un día corriente, un siete de agosto, que se convertiría en el siete de mi vida, acababa de volver de un lugar del que no quería escuchar hablar, era sábado y la calina del verano era notable. En cuanto quise darme cuenta, mis labios buscaban su boca, sus brazos buscaban mi espalda, me sentí refugiada en su regazo, en una calle transitada. Y entonces pensé: "Ya puede acabarse el mundo, que yo ya estoy contigo."
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